miércoles, 6 de enero de 2016

Escritora aliada: Laura Garzón

Hoy venimos a presentaros a nuestra escritora aliada de diciembre. Ayer os dimos una pista en Alividanzas para que intentarais descubrir quién era. Como siempre lo adivináis muy rápido, quisimos hacerlo un poco más difícil, y tal vez nos pasamos, porque nadie lo adivinó, jajaja. Aquí está la foto, a ver qué opináis sabiendo ya que nuestra escritora aliada es Laura Garzón, autora de Promesas de arena.

Alividanza

Gracias a Laura por aceptar ser nuestra aliada e involucrarse en todas nuestras ideas. Como siempre, intentamos conocer más al autor del mes y traeros algo nuevo, esperamos que os guste la entrevista a Laura y las sorpresas que tenemos preparadas.


Laura Garzón nació en Córdoba el 29 de diciembre, en “el solsticio de invierno de hace demasiado tiempo”.

El día de Reyes del primer año que aprendió a leer, Laura se encontró con unos libros maravillosos de Julio Verne. Tenía seis años recién cumplidos. Aún los tiene, son un tesoro para ella. “Desde entonces me enamoré de la lectura”.

Laura cree que se nace con la necesidad de contar historias. “Luego la vida te puede llevar o no a escribirlas”. De niña lograba reunir a su pandilla en las noches de verano para que escucharan sus cuentos. Así no tenía que estar todo el rato dando a la comba. “Era muy torpe en todos los juegos de acciónjajaja”. A la literatura llegó por su madre, que le regaló libros maravillosos en lugar de muñecas. Siempre le ha gustado escribir. “Desde muy chiquita escribía redacciones, poemas, cuentos y por fin artículos para revistas casi underground. Me encanta y tengo una facilidad especial para imaginar historias”. Se decantó por hacerlo para publicidad por su vivacidad y porque le permitía utilizar el diseño y las imágenes para ilustrarlas.

Laura Garzón


Su primer libro surgió cuando ya estaba saturada de inventar mensajes publicitarios, redactar folletos para bancos y montar eventos; Cuando ya no le estimula nada de eso y además tiene tiempo para sentarse delante del ordenador y “ordenar” esa historia que lleva tanto tiempo recitando en su cabeza, frases, diálogos y personajes que iba apuntando en lo que tenía más a mano: archivitos de Word, libretas, ¡hasta Ticket de compra!

Laura no cree tener ninguna manía de escritora, al menos de momento. “Puedo escribir en cualquier parte, siempre que tenga buena luz”. Aunque últimamente siempre lleva a las presentaciones unos pendientes con la foto de una bruja, que hace una amiga suya fotógrafa. Tiene la sensación de que le da suerte y ánimos. “Cuando más escribo es de noche, cuando todo el mundo se ha ido a dormir. Entonces pierdo la noción del tiempo”. Una vez, se tiró de los pelos por no archivar una noche completa de trabajo y tener que volver a escribirla, aunque el resultado fue mejor.

No cree que sea necesario que el escritor haya estado cerca de ciertas emociones para poder novelarlas. “Un buen escritor debe saber transmitir todo tipo de emociones a sus lectores. No se trata solo de imaginarlas, se trata de saber plasmarlas en la narración con las palabras precisas para que el lector las sienta y las comprenda”. Los escritores de oficio saben utilizar los recursos literarios adecuados para conseguirlo, pero también cuenta la maestría de cada uno para lograr que asumas la desesperación, la angustia, el gozo o la alegría del personaje como tuyos.

En cuanto a la inspiración, “¡claro que existe! Pero como dijo Picasso, tiene que pillarte trabajando”. Laura suele apuntar en lo primero que tenga a mano las cosas que ve y que cree le pueden luego inspirar para sus historias: “una música maravillosa que suena ante la indiferencia de miles de pasajeros, la mirada perdida de mi compañero de autobús, el gesto cansado del conductor atrapado en el atasco...”.

Hay mucho de ella en sus novelas: Imágenes, retazos de infancia, vivencias, personas con las que se he cruzado... pero todo remodelado para sus personajes. “Mis novelas no son autobiográficas. Aunque como me señaló un periodista sí son las historias que a mí me gustaría leer”.

Escribe, sinceramente, primero para ella, “porque disfruto escribiendo, perdiéndome en la historia, sintiendo cuando un diálogo es vibrante, cuando una escena está bien construida”. Y luego, por supuesto, para sus lectores. Le encanta cuando alguien le manda un comentario sobre lo que ha disfrutado con su historia.

En su novela “Promesas de arena” retrata el mundo de las ONG, y le pedimos que nos contara sobre su relación con ellas. “He hecho trabajos publicitarios para Save the Children España, pero jamás he trabajado en el terreno. No creo tener el temple que hace falta para ello”.


Promesas de arena

En cuanto a su conocimiento sobre la realidad palestina, tiene amigos que sí han trabajado en el terreno aunque en otras crisis, no precisamente en la franja de Gaza, y le han contado lo que refleja Promesas de arena: “que por mucho que te prepares y te preparen, el choque con la realidad es brutal”. El resto es pura documentación e imaginación. Ponerse en la piel de un cooperante novato e intentar transmitir como podía sentirse.

En Promesas de arena, Laura ha conseguido mezclar una novela de acción con una romántica y además con denuncia social, y que el resultado final quede muy conjuntado. “Si me dices que el resultado final queda conjuntado me pongo a dar saltos de alegría, he logrado una buena historia”.  Era lo que quería contar: una joven cooperante, una mujer educada en occidente, con un nivel cultural alto y una conciencia clara de mujer independiente, enfrentada a una situación límite donde su única vía de escape puede ser el amor romántico y exótico que continuamente nos están  mostrando la literatura romántica y las películas de Hollywood. “Quería que fuera toda una aventura de crecimiento personal y que además entretuviera al lector”. A Laura, si una novela le aburre con descripciones larguísima de escenarios, personajes o situaciones anodinas en las que apenas sucede nada, deja de leer. El buen escritor con cuatro o cinco palabras puede poner en situación al lector; el resto lo deja a la imaginación de cada uno. 

Salvo un rasgo, en concreto, en Promesas de arena jamás se describe a Hyzam El Halcón, e igual que a Lucía, a  todos los lectores les parece un personaje fascinante”. Piensa que dos lectoras seguro que no lo describirían con el mismo aspecto físico.

Cuando Laura comenzó a documentarse y revisó los hechos históricos del nacimiento del estado de Israel y cómo habían intervenido las potencias europeas y  Estados Unidos  en la zona, pensó  que, tanto a unos como a otros: a todos los pueblos que vivían en esos territorios, y a los judíos que  huían hacía su “tierra prometida” les habían  hecho un montón de promesas que nadie había cumplido; igual que las promesas que lanzan muchos amantes en los momentos de pasión: “promesas que se escurren entre los dedos como cuando intentas coger un puñado de arena; es algo tan inconsistente que los granos se escapan entre los dedos y vuelve a la tierra de donde los has cogido. Promesas de arena”. Y de ahí nace el título de su novela.

Le preguntamos a Laura su opinión sobre la situación actual de la industria editorial. “¡Uff! La pregunta del millón. Yo acabo de llegar al mundo editorial. Hace poco más de un año ni me planteaba publicar mi novela”. Laura supone que las redes sociales, las plataformas digitales de autoedición y el mismo soporte de lectura están cambiando la industria editorial. Ella está tan expectante como el que más. Cree que las editoriales evolucionarán y se acostumbrarán a coexistir con los autores autoeditados, “de hecho ya se están nutriendo de ellos y los escritores indies beneficiándose del soporte que les ofrecen las editoriales que les eligen”.

Laura tiene muchísimos referentes literarios. “Me encanta el estilo de Jordi Sierra i Fabra, ojalá pudiera yo tener su agilidad para los diálogos y su capacidad de síntesis”. También admira la habilidad de transmitir emociones de Anna Gavalda, y le encanta el punto de vista femenino y la crítica social que, sin hacer proselitismo, impregnan las novelas de Almudena Grandes y Gioconda Belli.  “Pero hay muchos más escritores de los que he aprendido y sigo aprendiendo, tanto españoles como internacionales: Pío Baroja, Muñoz Molina, Javier María, Julio Cortazar, Borges, Alice Munro, Margaret Atwood…”.

Acaba de terminar de leer “La Caricia de Tánatos” de María José Moreno, sobre su mesilla tiene a Marian Izaguirre con “La vida cuando era nuestra” y esperando el libro de una escritora y amiga; Pilar Muñoz y su “A que llamas tú amor”, que confía le sorprenda agradablemente porque el género romántico-erótico es un tipo de lectura que lee con bastante recelo.

Un eterno pendiente para Laura es “Madame Bovary”: “Lo siento, no puedo con Flaubert y su Emma. Lo he comenzado como unas tres veces. La primera lo dejé aburrida, la segunda indignada por el comportamiento infantil de Emma y la tercera decidida a no volver a intentarlo. Sí, monsieur Flaubert tenía razón: madame Bovary era él”.

Nos recomienda la trilogía de El Señor de los anillos, libros y películas. “Las novelas consiguieron que estuviera flotando durante tres días, todo un colocón, quería irme en el barco con los elfos”. Considera que las películas son una adaptación increíble de los tres libros y una obra cinematográfica espectacular.

Su siguiente proyecto es una historia totalmente diferente a Promesas de arena. “Más intimista, más dura porque sucede  a nuestro alrededor y pasa desapercibida”. Una historia que habla de soledad e incomunicación, de desamparo y  de cómo el destino nos tiende la mano cuando no esperas nada.

En 10 años, Laura se ve escribiendo, viajando, viviendo a caballo entre Madrid, Segovia y Córdoba. “Disfrutando todo lo que pueda”.

En su Córdoba natal

* Entrada publicada originalmente el 07/12/15 en el blog de Teresa


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